
Texto e ilustraciones de Elena Ferrándiz
Editado por Thule Ediciones
A partir de 8 años
“Decidió dejar de vestirse de tristeza. Arreglar la alegría hecha pedazos. Aprender a coser su corazón roto. A enhebrar el llanto. A zurcir el llanto. A inventar la esperanza cada día.”

Hoy tenía pensado terminar una reseña que ya tenía empezada pero, por el estado emocional que me han provocado ciertos acontecimientos a mi alrededor, me he acordado de este álbum y lo he releído para dejarme empapar de su luminoso mensaje envuelto de sensibilidad y belleza
Sensibilidad y belleza que solo es capaz de combinar de esta manera Elena Ferrándiz. Cada página, cada ilustración y cada frase me tocan adentro y me reconfortan

La vida no es fácil. La vida puede resultar insoportable. El dolor que podemos sentir y que somos capaces de soportar nos puede rasgar por dentro de tal manera que nos rompa en mil pedazos. Pedazos que parecieran imposibles de recomponer…
Y cuando te golpea con tanta fuerza, cuando caes tan abajo que pierdes de vista la superficie, puedes llegar a creer que vas a vivir en la oscuridad de las profundidades durante el resto de tu vida

Pero, si no te dejas vencer por completo, tras transitar por tu tristeza y validarla como tal, tienes a tu disposición, siempre que quieras y en cualquier momento, un billete con destino a muchos lugares distintos, lugares que anhelas y que habías olvidado
La depresión lleva consigo muchos aprendizajes. La superación te hace sentir fuerte, poderosa, capaz… y el proceso, mientras dura, te enseña a ver la vida y valorarla desde otra perspectiva muy distinta. Y aunque a veces se me nubla un poco el horizonte, no me gustaría perder la capacidad de hacer que vuelva a brillar el sol

Cada frase, cada ilustración, cada sentir de este libro es una bocanada de esperanza, de ilusión, de optimismo, de confianza en que un día, las cosas, pueden cambiar
Y cambian

Y aunque hoy ya estemos pisando de lleno el otoño, todas las primaveras nos esperan para florecer en el momento menos pensado
Yo vi florecer una primavera que creía muy marchita. No fue fácil, la dureza de la vida echó un verdadero pulso conmigo, pero, reaprendiendo a disfrutar, lo gané

Y, a ratos, sigue siendo complicado. Pero de momento no se me ha olvidado el camino que me lleva a la alegría, así que viajo (y aprendo) por él cada vez que lo necesito

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