A partir de 6 años

Reflexiones de una ranita

Texto e ilustraciones de Kazuo Iwamura

Editado por Pastel de Luna

A partir de 6 años

“La ranita piensa… ¿donde tiene la cara una almeja? Dime, ¿dónde? ¿Dónde la tiene…?”

“La ranita piensa… El cielo… ¿dónde empieza? ¿Desde dónde hasta dónde va?”

“La ranita piensa… Yo soy un “yo”, pero… tú también eres un “yo”, ratoncito… ¿Te das cuenta, ratoncito? Tú también eres un “yo”…”

Las reflexiones de esta ranita giran alrededor de tres temas principales: “Caras”, “El cielo” y ”Yo”. La ranita piensa, piensa, piensa y sigue pensando. Sus pensamientos son insaciables, haciéndose preguntas de esas de difícil respuesta, de esas que cuando pasan por nuestra cabeza generan un remolino de cavilaciones que parecen no tener fin y para las cuales no hay nunca una respuesta definitiva. Pero no estará sola mientras se plantea todas estas cuestiones: un ratoncito de pensamiento más ligero será su en ocasiones pasmado, en otras asombrado compañero, mientras ella va elucubrando sobre cómo reconocerse y reconocer a los demás, sobre los confines de nuestro firmamento o sobre algo tan filosófico como nuestra existencia. Esta graciosa pareja servirá para llevar a sus lectores a considerar estos tres interesantes y metafísicos asuntos que, divididos en capítulos, están entrelazados a través de tres dobles páginas que muestran a la protagonista en plena acción empática mientras intenta ponerse en el lugar de nada más y nada menos que un sapo, y también de (¡atención!) algo tan disparatado como la hierba o una bellota… ¿Qué será lo que deben sentir?

Kazuo Iwamura es un prolífico autor japonés de literatura infantil muy querido y galardonado tanto en su tierra como fuera de ella. Entre sus títulos traducidos a nuestra lengua hallamos “Viva la nieve”, “La manzana” y la colección (muy conocida en Francia) de “La familia ratón”, publicados todos nombrados por Editorial Corimbo.

Sin haber tenido antes noticias de este galardonado clásico japonés, de repente lo vi publicitado en el perfil de IG de la misma editorial, Pastel de Luna, que dedica gran parte de su trabajo a acercarnos la cultura oriental a través de una exquisita selección de su literatura infantil. Inmediatamente llamó mi atención, y como esa sensación de atracción tan espontánea e irracional me ocurre pocas veces, no dudé en encargarlo en una de mis librerías de confianza para tenerlo cuanto antes en casa.

Las cuestiones existenciales son esos pensamientos sobre la vida, o más bien sobre la vivencia de la misma en relación con uno mismo y con el mundo, que de repente invaden tu plano consciente para llevarte irremediablemente a intentar buscar respuestas que concreten, que aclaren esos conceptos tan imprecisos y que te ayuden a entender el porqué de las cosas. Aunque cuando parece que has encontrado tales concreciones, de repente se desvanecen dejando paso a nuevas dudas que irrumpen otra vez en tu cabeza y que dejan esa sensación de que es imposible, para determinados interrogantes, encontrar una respuesta única y concluyente (así, más o menos, lo vivo yo).

Por esa razón, porque me parece complicadísimo poder poner palabras (e imágenes) a esos pensamientos de raíz tan existencial, me fascinan estos álbumes que, haciendo alarde de una sencillez y simplicidad más que evidentes, se sitúan frente a determinadas escenas que te guían, a través de la reflexión (cada uno la suya), para encontrar con mayor fluidez esas palabras que tanto se han podido resistir.

La ranita protagonista de esta historia no deja de preguntarse ciertas cuestiones surgidas de la observación y de la inagotable curiosidad que parece albergar en su interior. Pero esas dudas no se las quedará para ella, sino que, muy generosamente, las compartirá con su amigo ratoncito que, a decir verdad, inicialmente (y sólo inicialmente) no parece demasiado preocupado por estos asuntos tan filosóficos.

Los ocurrentes diálogos entre estos dos personajes de esencia tan opuesta harán que, a través de un humor genialisimo y conducidos por esa curiosidad, esa capacidad de imaginación y ese espíritu científico tan característicos a la infancia, podamos compartir con nuestros hijos (recomendaría que, para sacarle jugo a los planteamientos, tengan por lo menos 6-7 años) reflexiones tan interesantes como quienes somos, qué sentimos, qué nos diferencia y que nos hace únicos y reconocibles; qué es el cielo, donde empieza y dónde termina y qué relación tiene con nosotros y con los demás; y quienes somos nosotros, qué significado tenemos para nosotros mismos y para los demás y como eso es esencial para crear identidad y sentir nuestro propio “yo”.

Una oda al pensamiento como base indispensable para, a través de la observación (hacia afuera y hacia adentro) y gracias a la bendita curiosidad, cuestionar todo lo cuestionable para así entendernos y entender el mundo que nos rodea.

Filosofía gráfica para niñ@s presentada en una sucesión de viñetas donde estos dos amigos tan distintos, encaramados en la rama de un árbol, reflexionaran juntos y se ayudan/motivan mutuamente para encontrar respuestas a sus infinitas preguntas surgidas de su insaciable interés por comprender lo que ven a su alrededor.


Un descubrimiento inesperado de esos que hacen sentir que tienes un libro tan especial entre tus manos que no puedes dejar de compartirlo y recomendarlo.

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