
Texto de O’Henry (William Sydney Porter)
Ilustraciones de Ofra Amit
Editado por Ediciones SM
A partir de 7 años
«Un dolar y ochenta y siete centavos. Eso era todo. Y de esa cantidad, sesenta sentavos estaban en monedas de céntimo. Céntimos ahorrados de uno en uno a base de arrancárselos al de la tienda de ultramarinos, al verdulero y al carnicero hasta que las mejillas le ardían por la silenciosa sensación de mezquindad que implicaba una negociación tan tacaña. Della lo contó tres veces. Un dólar y ochenta y siete centavos. Y al día siguiente era Navidad.»

Regalar, a veces incluso más que ser regalado, puede ser muy satisfactorio. Pensar en el otro, en sus gustos y necesidades, dar un toque especial y personal, confeccionar con tus propias manos, sorprender con detalles inesperados… El placer de hacer feliz a un ser querido gracias a nuestro acto nos hace directa y proporcionalmente felices a nosotr@s.

Pero regalar lleva implícito, en la gran mayoría de ocasiones, gastar dinero. Buscamos algo material más o menos costoso y más o menos selecto que simbolice nuestro vínculo y nuestro aprecio.
Un acto consumista envuelto en un reluciente papel confeccionado de amor y sentimentalidad.
Un acto voluntario de quien regala que despierta ciertas expectativas en quien recibe. Expectativas que, evidentemente, queremos cumplir.

Pero… ¿Qué pasa si llegan estas maravillosas fechas navideñas y no tenemos dinero para regalar a la persona que más queremos en el mundo?
El día de Navidad se acerca y Della, que vive en un apartamento de 8 dólares a la semana, sólo tiene un dólar y ochenta y siete centavos ahorrados. Un dólar y ochenta y siete centavos que no son suficientes para regalar a Jim. Su Jim.

La única forma que se le ocurre para poder tener dinero y comprarle un regalo “digno” pasa por desprenderse de algo muy valioso para ella: su melena. Una melena de la que está especialmente orgullosa, que ha cultivado durante muchos años y que sabe que por ella, en la tienda de Mme Sofroine (objetos de todo tipo hechos con pelo), van a pagar una cantidad razonable y suficiente para poder ir a recorrer las tiendas en busca de “El regalo”.

Ya (y por fin) con el regalo, y nerviosa por conocer la reacción de Jim cuando llegue a casa y la vea sin su preciada melena, está preparada para darle la cadena de platino que ha encontrado para (también) su posesión más valiosa: su reloj de oro.
El final completamente inesperado será la clave para la profunda reflexión que despierta esta historia, que cada año me remueve y que este año especialmente me ha generado sentimientos encontrados que en algún momento me han costado sobrellevar.

Estas fechas son pura locura consumista y es casi imposible mantenerte al margen y no dejarte llevar. Las expectativas generadas (sobretodo en los niños, pero también en los adultos) me llevan a sentir, en ciertos momentos, que el sentido de la Navidad queda enterrado bajo tanto regalo.
Un álbum con un texto (¡de finales del sigo XIX!) algo más extenso de lo habitual, cargado de detalles que hacen que te pierdas en la historia y que la vivas con intensidad, y con unas preciosísimas ilustraciones súper genuinas que expresan tanto como el texto y lo complementan a la perfección.

Su lectura nos deja una bonita y muy necesaria lección:
Que el valor de nuestro amor no se reduzca al valor de lo que regalamos


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