
Texto de Jose Carlos Andrés
Ilustraciones de Guridi
Editado por Tramuntana
A partir de 5 años
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“Eso no se hace… ¡¡¡¿¿¿Por qué???!!! Si tengo un moco y no tengo pañuelo… Eso no se dice… ¡¡¡¿¿¿Por qué???!!! Si no aviso, me lo hago encima…”
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¿Por qué no puedo sacarme un moco? ¿Por qué no puedo decir que tengo caca? ¿Por qué no puedo tocar aquello que me despierta curiosidad? ¿Por qué no puedo jugar a pelota, o cantar y bailar en ciertos lugares? ¿Por qué se pueden prohibir ciertos libros en algunos lugares? Aunque, si se prohíbe, será porque todavía hay quien lo sigue haciendo… Y, en lugar de prohibir estas cosas, ¿no sería mejor prohibir las guerras, las desigualdades, el dolor, el hambre, la discriminación, la pobreza…? Se podrían prohibir las prohibiciones y añadir algunas “obligaciones”: ¡ser feliz, cantar, bailar, pensar, amar y reír!

Es el primer cuento que tengo de Jose Carlos Andrés (escritor, cuentacuentos y payaso segun se presenta él mismo en su web) pero debo decir que encontraréis varios en mi lista de pendientes… Otras publicaciones suyas son “Mamaravilla” y “Cuentos roídos”, de La Fragatina, “El circo de los cuentos”, de Amigos de Papel, “Un vampiro peligrozo” y “Los miedos del capitán Cacurcias”, de NubeOcho, o “Pollosaurio”, de Ediciones Jaguar.
En cuanto a Guridi, me declaro muy fan de sus ilustraciones y, sin duda, de sus textos en los libros en los que también es escritor. De él os destaco estos álbumes ilustrados: “Moustache”, de Lata de Sal, “Una isla”, “Érase” o “Cómo meter una ballena en una maleta”, de Tres Tigres Tristes, “Si yo fuera un gran gigante”, de Narval Editores, “A lo bestia”, de Litera Libros (podéis consultar mi reseña aquí), “Relajaciones”, de Flamboyant (podéis consultar mi reseña aquí), o “¿Qué hace un hombre con una sardina en la cabeza” novedad muy original de Tres Tigres Tristes que ya tenemos en casa.

Este cuento transmite a borbotones respeto por la infancia, por su idiosincrasia, por sus fases del desarrollo y por sus necesidades para el desarrollo. Contiene un mensaje (alto y claro) sobre derechos y libertad, sobre ser y dejar ser, que ayuda a normalizar lo que es completamente normal durante ciertas etapas del desarrollo: la necesidad intrínseca de conocer y autoconocerse, explorar, jugar, moverse… siendo así adorablemente (a veces no tanto…) inquietos e indiscretos.

La mirada adultocentrista nos coloca un tupido velo en los ojos que no nos deja ver ni admirar la parte más pura y bella de la infancia. Nuestras necesidades empañan el cristal de la tolerancia y nos llevan a pretender que la niñez siga las mismas reglas que la adultez, dejando entonces de comprender y empatizar con esos seres vacíos de prejuicios y repletos de espontaneidad, con un espíritu explorador insaciable y una necesidad de saber más allá de cualquier límite impuesto. Demasiadas normas, demasiados límites y prohibiciones absurdas… todo con el único objetivo de hacernos a nosotor@s el mundo más fácil y cómodo.

Las prohibiciones en exceso pueden generar sentimientos negativos y de rechazo ante lo que es natural, desconectándonos de nosotros mismos y exigiendonos ser quienes no somos, con posibles consecuencias graves a nivel psicológico, obligándonos a soportar el peso de la excesiva rigidez y autoexigencia, sin permitirnos sentir nuestras necesidades más reales y profundas.

Una sociedad que censura y castiga el comportamiento natural durante la infancia creará habitantes que jamás podrán conectar con la esencia del ser, únicamente con la del deber, un deber en exceso que puede llevar a frustraciones innecesarias y a comportamientos autoritarios alejados del respeto y de la dignidad humana. Y, lo más peligroso, todo ello será aceptado “sin rechistar”.
Y así, sin rechistar, es como parece que en ocasiones estamos la mayoría cuando vemos que lo que realmente debería estar prohibido, lo que para todos (o así debería ser) es claramente una aberración de los engranajes de nuestras mentes y de nuestras sociedades, sigue permitiéndose con el único beneficio del bolsillos de unos pocos.

Y cuando hablo de la mayoría, lo hago porqué, afortunadamente, siempre existirán mentes revolucionarias capaces de rebelarse, de desobedecer, de manifestarse y de reivindicar lo que parece más justo, más adecuado y más sano para las personas (grandes y pequeñas) y, en consecuencia, para las sociedades.

Con unas ilustraciones clarividentes, sencillas e impactantes al más puro estilo Guridi que, a través de expresiones, trazos y colores, acompañan de forma magnífica el también sencillo pero potentísimo texto, este libro tiene un intenso poder comunicativo que calará en las inquietas y movidas mentes de los pequeños seres que, prohibiendo prohibiciones, van a poder ser felices, cantar, bailar, pensar, reírse, querer, amar y… ¡reir, reir y reir!

¡Me encanta! No puedo decir otra cosa. Me parece una genialidad de libro y no podía permitirme no tenerlo en mi biblioteca particular. Le pongo un 10. Y, para mis hijos, ha sido un vehículo más que los conduce a ser críticos y a no conformarse, a entender que no todo siempre es justo, aunque en ocasiones está tan normalizado que así lo parece.
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