
Texto de Raquel Rodríguez García
Ilustraciones de Elena Ferrandiz
Editado por Tu Cuento y Tú
A partir de 7 años
“Nunca muero un viernes. En cambio, los lunes, siento que no puedo evitarlo. Me levanto con desgana, tomo el desayuno a la fuerza y me visto a regañadientes. Hago todo cuanto está a mi alcance para llegar tarde, pero papá no lo permite.”
De lunes a viernes antes de las tres es cuando la vida pesa y su realidad se convierte en una sucesión de grises y negros que se repiten día tras día y que tiñen por completo su mundo y su alma. Así hasta que, el último de esos cinco días, justo a las tres, vuelve a entrar la luz y los colores lo invaden todo de nuevo. Una sensación absoluta de alivio se apodera de su ser. Entonces necesita ser feliz, quiere disfrutar y sentirse lejos, bien lejos, de todo lo que ocurre de lunes a viernes antes de las tres. Quiere jugar, relajarse, leer y que mamá le lea, y dejar que esas sensaciones lo invadan para apartarse de todo lo que ocurre cuando acude, en silencio y resignado, a clase.

Hace tiempo que soy fan absoluta de la sensibilidad de Raquel Rodríguez García. Es autora de “Donde duermen los sueños”, autoeditado (reseña aquí), “A mi lado”, De Pábilo Editorial (reseña aquí), “Cuéntame otro, por favor”, con Fun Reader Editorial (reseña aquí), y, su última publicación junto con esta maravilla que estoy reseñando, “Una noche de aventuras”, con Alaestrella Editorial. Además es coautora de “Mi deseo es…” junto a Ana Meilán, de Entre Nubes y Cuentos (reseña aquí), y de “Adviento de cuento” (reseña aquí), “¡Peligro! Animales desapareciendo” (reseña aquí) y “ Fundamentales”, junto a otros muchos autores, de Tres Patas y Pico.
Y qué decir de Elena Ferrándiz. No es el primer libro suyo que entra en casa, pero sí el primero que reseño. Y no solo destaca por ser ilustradora, sinó que además es autora de maravillas como “ “Viaje a la alegría”, “Malena en el espejo”, “El abrigo de Pupa”, “La media naranja”, “Hilos de colores” o “Amor en juego”, todos ellos con Thule Ediciones.

No puedo leer esta historia sin emocionarme. No puedo observar estas ilustraciones sin estremecerme.
Paralizada ante el teclado he estado un buen rato antes de arrancar con la reseña. Me faltan las palabras y me sobran las emociones. Se me amontonan los pensamientos y me cuesta horrores ordenarlos.

Impactante el texto e impactantes las ilustraciones, que a través de metáforas sublimes, nos sitúan en el epicentro de la densa y pesada sombra que, como un océano en deshielo, va cubriendo cada vez más hasta ahogar por completo la luz del protagonista que, de lunes a viernes antes de las tres, debe acudir a la escuela y vivir una auténtica pesadilla.

Pesadilla que, en silencio y soledad, solo él conoce. Entonces llega el fin de semana y, de repente, el peso de su alma queda aliviado y puede escapar de esa sombra, puede salir a la luz y pintar sus buenos días de azul. Una bocanada de colores lo invade y siente que su vida, con sus pequeños detalles, y aunque sea sólo por dos días, sí vale la pena.
Y entonces sueña con que esa sensación de libertad, de felicidad, de poder ser y vivir, lo acompañe todos los días. Entonces sueña con encontrar, en ese inmenso y frío océano de desesperación, un salvavidas que lo ayude a salir a flote y a caminar, cada día, por tierra firme.

No es la primera vez que lo digo. Y lo volveré a hacer las veces que sea necesario: Yo sufrí acoso escolar.
Durante varios años, en los últimos cursos de EGB, me sentí exactamente como el protagonista de esta historia. Y aunque mi vida ha cambiado mucho desde entonces y he tenido la gran fortuna de encontrar salvavidas cada vez que mi océano me ha querido cubrir, es una cicatriz en mi corazón que, a la que bajo un poco la guardia, vuelve a abrirse y a doler.

Me he quedado alucinada con el recorrido por la tristeza y desesperanza por el que transitas en las primeras páginas, pero quiero decir que lo que más me ha estremecido y transportado a mi propia historia ha sido la descripción de la paz, del alivio, de la libertad al sentir que, aunque sea por poco tiempo, todo lo que te está machacando el alma queda a un lado y encuentras, una vez tras otra, las ganas de ser feliz y de disfrutar.

Bendito el día en que estas dos autoras se juntaron para fusionar su inmensa y extraordinaria capacidad de remover entrañas. El sentido que dan a cada palabra y a cada trazo me dejan, cada vez que lo tengo en mis manos, completamente conmocionada. Las ganas de llorar son inevitables, y no menguan ni un ápice cuando dejo que me invada la esperanza que se dibuja en el mensaje final.

Ojalá que este tipo de historias no fueran necesarias. Ojalá que para todos se pudieran pintar de azul los buenos días, arropados por palabras bonitas. Ojalá.
Pero mientras ese día no llegue, que las historias que nos las vengan a contar lo hagan así de bonito.
Categorías:A partir de 7 años